Rubén Sancho
  La canción de las noches perdidas
 

Esta es la canción de las noches perdidas, y le plagio a Sabina, porque el que plagia a los sabios se acerca a la sabiduría, pero no es una canción, porque no tiene música, sino un canto, desafinado, roto y repleto de melancolía.

Esta es la canción de las noches perdidas, de las mujeres que buscaron el calor de otros brazos cuando yo ofrecía los míos, de los barcos que zarparon sin aguardar mi presencia, de los sueños que soñé pero que nunca se cumplieron.

Esta es la canción de las noches perdidas, sentado en la barra de un bar de moda sin más compañía que una copa vacía, de los clubs de carretera que nunca visité, de las amistades volátiles que no soportaron mi carácter.

Esta es la canción de las noches perdidas, de lo que pudo ser y no fue, de esa presencia que un día sentí pero que luego desapareció, de esa novela que se me escapa entre las yemas de los dedos que teclean estas palabras.

Esta es la canción de las noches perdidas, de la frustración por la falta de talento, del látigo fustigador de Capote, del refugio del cobarde que prefiere conservar a arriesgar.

Esta es la canción de las noches perdidas, rondando su balcón, aguardando un solo gesto de amor, de la vuelta a casa en soledad, del inmenso vacío de las cuatro paredes de mi cuarto.

Esta es la canción de las noches perdidas, arreglando el mundo en un parque de la gran ciudad, huyendo de la autoridad, de los gatos callejeros desafiantes ante mi allanamiento de morada.

Esta es la canción de las noches perdidas, de infancia no recuperada, de adolescencia olvidada, de juventud plena, y de madurez incierta.

Esta es la canción de las noches perdidas, y te la traigo con la amargura del que vive sin vivir porque sueña sin soñar.

 
   
 
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